Entrevista Margarita Alvarado

lunes, 8 de abril de 2013




Margarita Alvarado, diseñadora y experta en etnoestética:

“Recuperemos la idea de reconocer un pasado multifacético”



Unos minutos después de lo acordado llega, esbozando unas disculpas entre medio de su sonrisa calmada. Al entrar a su oficina en el Instituto de Estética de la Universidad Católica, no puedo dejar de observar la gran cantidad de libros que posee, las figuritas coloridas colgando de las paredes y una que otra fotografía, seguramente de su familia. Ella me recibe encantada, con esa buena disposición que pocas personas son capaces de desarrollar dentro del ambiente académico. Incluso me da consejos desde su experiencia, como parte del comité editorial de la Revista Chilena de Antropología Visual, para nuestra revista, enviando inmediatamente buenas energías a este proyecto.
Margarita Alvarado es diseñadora de la Universidad de Chile y licenciada en Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su línea investigativa parte desde la etnoestética, basada en el imaginario, en la cultura y en el arte de los pueblos originarios. Desde 1995 a 1997 fue presidenta del Comité Nacional de Conservación Textil y colaboró como investigadora en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago. Actualmente realiza cursos de iconografía americana en el Instituto de Estética de la Universidad Católica de Chile.
-Al parecer, Chile a diferencias de otros países latinoamericanos, como Perú, Guatemala, Bolivia, etc., se ha empeñado en borrar la gran mezcla cultural y étnica que nos conforma, centrándose en la búsqueda de una sociedad más bien homogénea. Según su experiencia, ¿a qué se debería esta negación por parte de nuestra sociedad?
-Bueno, yo creo que en ese sentido ustedes tienen razón, o sea, evidentemente nosotros, a partir de nuestros procesos de independencia, tal vez hemos asumido o intentado asumir esta especie de condición “blanca” por decirlo de alguna manera, donde incluso el mestizo está…la palabra mestizo no existe. Hemos sido terriblemente excluyentes con nuestros pueblos originarios: mapuche, aymara, atacameño, pascuense, fueguino, lo que sea. Tanto desde el punto de vista institucional, donde los pueblos en general no han tenido una posibilidad de expresarse ni ser reconocidos, como desde el punto de vista cultural, donde se ha negado.
La imagen para dar sentido
Margarita está a cargo del curso Iconografía, donde dicta una monografía sobre arte, cultura y estética mapuche. Según ella, los “alumnos llegan con interés, vienen con el prejuicio de que los mapuches en comparación a otros pueblos originarios de Latinoamérica son insignificantes porque no tenían ciudades, porque no tenían Estado o que la cultura es muy pobre y eso es porque bueno… desde el colegio uno se da cuenta, o sea, piense usted que nosotras hablamos aquí en términos de historia prehispánica, como que antes no había nada”.
Su crítica apunta a que la historia comienza en la educación formal a partir de la llegada de los españoles, porque los grupos que había en este territorio “no tenían escritura y, por lo tanto, no tenían presencia”. Entonces, agrega, “ahora, ¿por qué sucede eso aquí? Es bastante complejo como para decirlo en dos palabras. Tal vez por los caminos que tomaron nuestros procesos de independencia. Nosotros comenzamos a incorporar, por ejemplo, todo el territorio con los grupos del norte después de la constitución de la nación. Nuestra nacionalidad chilena se produjo, en el caso del norte, sin considerar prácticamente la presencia de los pueblos originarios. Eso nosotros lo hemos visto en la fotografía, por ejemplo”.
De hecho, desde la academia ha trabajado con fotografías del mundo mapuche, fueguino y andino. En ese sentido, advierte que “el indígena andino, ya sea atacameño, quechua o aymara, incluso los poquitos changos de la costa, no aparecen en la fotografía prácticamente hasta 1940, 1950. Esto porque cuando los fotógrafos veían personas vestidas con sus trajes indígenas, las asumían como bolivianos o como peruanos, no como parte de los chilenos”.
Hacia el sur, en el caso del mundo mapuche, si –comenta-,  “hay una gran presencia visual de los mapuches, pero sometidos”. Otro caso es el de los fueguinos, que el Estado y la sociedad chilena exterminó a través del alcohol, la ocupación de sus tierras y también de otras formas más violentas.
Entonces, se pregunta Margarita, “¿por qué sucede esto?... yo no me atrevería a aventurar una opinión tan tajante de que por esto o por esto otro. Creo que los procesos que se dieron en nuestro país, de constitución de los chilenos, etc., pasó por una focalización en la zona central, donde prácticamente los indígenas desaparecieron en la época de la colonia. Entonces, toda esta presencia de lo mestizo o de lo indígena no fue considerada”.
-En relación a estos procesos que se han dado de exterminio, de anulación y según su apreciación, considerando la experiencia que ha tenido de los distintos gobiernos que han pasado por nuestro país, ¿cree que han existido propuestas que realmente avancen en este tema del reconocimiento y aceptación de los pueblos originarios?, ¿Alguna política de gobierno en específico?
- Si, yo diría que tal vez en el gobierno de Frei Montalva hubo algunas iniciativas que estaban destinadas a buscar un poco la incorporación de los pueblos indígenas, fundamentalmente mapuche, a una institucionalidad o a una sociedad. Tal vez de una forma un poco paternalista o, de repente, con medidas que no significaban grandes cambios. Los mapuches se transforman en campesinos en la medida que el Estado ocupa sus territorios en el proceso de la mal llamada Pacificación, y los obliga a permanecer en un territorio específico. Toda esta movilidad que ellos tenían con Argentina, como sociedad ganadera, va desapareciendo, y los instala. Entonces se transforman en campesinos pobres.
La diseñadora y esteta considera que en la medida en que en el gobierno de Frei Montalva hubo algunas iniciativas respecto de la Reforma Agraria, estos “campesinos pobres” pudieron iniciar un proceso de mejoramiento de sus condiciones, pero no había un reconocimiento de hecho de la cultura mapuche. No fue incorporada, por ejemplo, en el sistema de educación. Ella piensa que “en el gobierno de Salvador Allende hubo una apertura, una intención un poco más profunda, junto con la profundización de la Reforma Agraria. Eso significó el mejoramiento de muchas comunidades campesinas, de mapuches, porque como comunidades pudieron acceder al dominio de sus tierras, con un mejoramiento con créditos, con apoyo del Estado para sus semillas, etc.”.
Pero todo eso se vino abajo con la dictadura militar. Ella lo explica así: “Se borró todo eso. Después estaba la famosa ley indígena, que ya es bastante posterior, que fue promovida en gobiernos de izquierda, algo que en alguna medida va mejorando un poco la situación, porque hay un reconocimiento de las etnias; no de los pueblos, pero sí de las etnias.  Ha habido ahí algunos intentos en los gobiernos de la Concertación  respecto de la famosa Conadi”.
No obstante, ella considera que todavía son intentos muy dispersos, muy poco aglutinados, “que no consideran las problemáticas y las diferencias que tienen los pueblos originarios como en el caso de los mapuches que tienen el problema de la tierra.  Entonces todavía no hay en ese sentido, un avance importante. Y es bien curioso porque si tú lo piensas, en los orígenes, no sé, en los inicios del siglo XX por ejemplo, donde había una gran cantidad de diputados indígenas, por ejemplo, que tenían cierta presencia en el parlamento. Hay unas contradicciones  y eso no se conoce. Hay una historia muy interesante de Roelf Foerster, un académico de la Universidad de Chile que ha hecho investigaciones muy interesantes a propósito de estas primeras organizaciones que existieron en algún momento y que fueron muy importantes y muy potentes.
-Con respecto a esto, sobre políticas de incorporación de los pueblos originarios. ¿Qué opina de la incorporación de niños de las distintas comunidades indígenas al sistema educacional chileno?, ¿es un avance o es un retroceso en relación al intento de hacerlos parte de nuestra sociedad?
-Yo creo que apunta justamente al gran problema de nuestra sociedad, y no solo de nosotros los chilenos, sino que también en otros países como Argentina, donde también pasa un poco lo mismo, con otras características claro.  Es que nosotros no reconocemos nuestra diversidad cultural. No reconocemos nuestra multiculturalidad como una condición básica de nuestra sociedad, y, en esa multiculturalidad, los mapuches, los aymaras, los pocos descendientes de los fueguinos, tendrían que tener el espacio para ellos poder formarse en su cultura, sin que eso signifique aislarlos de la sociedad en la que están viviendo. Entonces, por ejemplo, la educación intercultural bilingüe puede ser una importante solución para este tema, pero no existe una institucionalidad que realmente aplique esa educación intercultural. Son lo que estábamos hablando antes, son siempre iniciativas aisladas. La Universidad Católica de Temuco abre una carrera donde entran algunos jóvenes mapuches a estudiar para formarse como profesores. Ahora, esa problemática del no reconocimiento de la interculturalidad donde los niños y los jóvenes tengan la posibilidad de aprender su idioma, su cultura y eso no signifique un menoscabo frente a las oportunidades que tienen en la sociedad global, está inserto en la problemática, a mi modo de ver, en una problemática generalizada de nuestra sociedad, donde hay un sistema neoliberal que está basado, como todos sabemos, en una serie de elementos como el lucro. La educación se ha transformado en un negocio. Entonces no es solo el problema de los niños indígenas; es un problema de muchos niños que viven en una situación marginada en un sistema educación que no les da la posibilidad de formarse.
-En relación al reconocimiento de la alteridad, que no ha habido por supuesto en Chile, ¿hay algún legado de la cosmovisión de los pueblos indígenas en nuestra idiosincrasia como sociedad chilena?
-Yo, en ese sentido, soy bien aterrizada. No tengo una visión romántica al respecto. Creo que desgraciadamente, por el camino que hemos ido, la brecha, y no sólo la brecha de aquí para allá, de su situación como personas. Yo reconozco que debo tener algo de mapuche de todas maneras, porque mi familia es sumamente chilena. No tengo conocimiento de que en mi familia hayan vendido personas en los procesos de colonización extranjera del siglo XIX; alemanes, franceses o lo que sea. Entonces, creo que desgraciadamente la brecha que se ha abierto es tan grande, porque los mismos mapuches también tienen una desconfianza, un resentimiento hacia nosotros. Es muy difícil cruzar el puente, para allá o para acá. Ahora, yo creo que si nosotros nos ponemos a escarbar, incluso los grupos de tierra del fuego que uno dice -no, si están todos extintos- y no. Ellos están ahí, lo que pasa es que hay que escarbar para encontrarlos y nosotros no lo hacemos como sociedad. La gente no quiere, no quiere tratar… incluso la gente interesada. Tu les dices – pero tú tienes sangre indígena- y te miran así con una cara y eso que tienen toda la simpatía por el reconocimiento y todo.  Por otro lado, también creo que se ha dado una suerte de manoseo por todos estos grupos como medios new age de los pueblos indígenas. Piensan que vivían todos así como en una suerte de comunidad perfecta y como en el paraíso, y como que en las relaciones todo era regio. No, porque los mapuches peleaban entre ellos como todos los grupos humanos. Entonces yo creo que en ese sentido, también los mismos mapuches de repente hacen una lectura un poco así, -de que nosotros éramos todo aquí, que la naturaleza, que no destruyan la naturaleza-, y no es tan así. Entonces también cuesta porque cuando tú les dices una cosa así a un mapuche te dice no, no es cierto. En el fondo la sociedad, como toda sociedad, tiene sus conflictos y sus contradicciones, y hay jerarquías y hay grupos de dominación, otros que no, etc.  O sea, bajo otras confecciones evidentemente. El mundo mapuche tiene otra concepción de la naturaleza, que no es la misma que tenemos nosotros. Pero cuando el mapuche necesita la naturaleza la usa también, y a veces también la destruye u no es que lo haga por maldad o por simple destrucción, pero también en nuestra sociedad no toda la gente quiere destruir la naturaleza.
-Sobre la contingencia de hechos violentos contra las comunidades indígenas, sin ir más lejos, sobre el silenciamiento de la actual huelga de hambre de cuatro hermanos mapuches, que apenas ha sido difundida, ¿qué opinión tiene sobre la postura y el trabajo de los medios de comunicación y, también, de las producciones culturales que se dan en torno al tema indígena?
-Yo tengo una pésima opinión de los medios de comunicación chilenos en general. Pienso, como muchos otros, que aquí hay grupos totalmente interesados que manejan los medios de comunicación, realmente penoso de observar. El otro día escuchaba un reportaje en la radio de la Universidad de Santiago de Chile donde hacían un análisis de cuántos medios se han cerrado, y se cerraron en democracia, eso es lo más patético. Se cerraron porque no tuvieron financiamiento, porque no tuvieron una entidad política que protegiera estas distintas voces, etc. Lo mismo que acaba de pasar con el diario La Nación, bajo la excusa que era el diario de gobierno, y ahí había toda una infraestructura; de prensa, de máquinas, de profesionales, etc., que se los echaron al bolsillo. No hay una voz distinta las cadenas que tenemos, no, tanto en la televisión como en la prensa. Evidentemente ahí hay una, un interés que obedece a intereses políticos e ideológicos bien claros de mantener la situación como esta, y de invisibilizar  y excluir como lo hemos hecho muchos años, pero ahora tal vez como se ha hecho nunca, la problemática del pueblo mapuche, que está bastante compleja, bastante potente. Si no ponemos atención esto puede acabar mal. A mí me defrauda mucho.  Pero no solo por los huelguistas de hambre, que es muy fuerte por cierto, sino que por todas las situaciones. Piense usted que ya han muerto jóvenes ahí, que los carabineros también salen heridos, etc., y bueno, uno no puede pensar que no importa porque también son personas de nuestra sociedad, que obedecen en muchos casos a intereses de otros. 
- Invisibiliza…
-En ese sentido, yo pienso que la prensa desgraciadamente no da cuenta, y cuando da cuenta es una cosa estrafalaria, gritona, chillona – que los terroristas, los no sé cuánto- etc. No se va al fondo de las cosas, incluso respetando el derecho a que esas personas pienses distintos acerca de lo que es el problema mapuche. Pero ¡háganlo con seriedad!, ¡planteen argumentos!. Se dan noticias estrafalarias y gritonas. Cuando los mapuches hacen noticia es cuando muere alguien o cuando hay algún “evento violento”. Pero hay muchas cosas que pasan en el mundo mapuche, usted misma me decía, culturalmente. Hay muchas cosas que hacen los mapuches, incluso los que están aquí en la ciudad, que tienen organizaciones y ¿cuándo los ponen?, los ponen cuando quieren mostrar una cosita folclórica así como algo decorativo. Entonces en se sentido, yo creo que los medios de comunicación no tienen ninguna profundidad en la manera de tratar el tema, más allá de que uno no comparta su opinión. Eso es lo que encuentro más grave, una falta de respeto total a la cultura, a la sociedad y a la manera de pensar que tienen los mapuches frente a lo que está pasando.
- Y con respecto a las producciones culturales…
- Se han hecho algunas cosas interesantes. Por ejemplo, se recuerdan algunos cortometrajes que son una maravilla, pero la mayoría de la gente no los conoce. A veces han resultado cosas patéticas. Yo me acuerdo de una teleserie que dieron hace un tiempo atrás que mostraba unas cosas mapuches que realmente eran…  Respecto de los pueblos originarios, yo ahí haría como una separación. Por un lado las imágenes que se construyen de lo mapuche en los reportajes que se hacen en la televisión, por ejemplo, en “Tierra Adentro” o en una serie de programas que hay los sábados, donde a veces son un poquito maqueteadas las cosas y otras veces van con un interés más grande. Eso por un lado; ahí hay un tratamiento bien ambiguo. Hay unas cosas bastante interesantes y serias y otras muy folcklorizantes u otras cosas que muestran al mapuche en esta onda “new age”, que no las muestran como personas vivas, como sujetos.
- Una especie de exotismo…
- Respecto de cómo debemos abordar, enfrentar como sociedad la reflexión de los pueblos originarios, hay una gran cantidad de poetas mapuches, hay músicos mapuches, hay tejedores, hay ceramistas, etc. Entonces en este minuto nosotros ¿qué hacemos? De repente los ponemos así como una especie de objeto exótico, pero no vamos a ver esa producción, de los mapuches, de los aimaras, o de lo que sea, como el resultado de una sociedad que todavía, a pesar de todo, está vigente. Porque los pueblos originarios en Chile, como en Argentina, como en Perú o Bolivia, están vivos.  No son objetos de museo. No son fósiles. Son personas que están produciendo, haciendo cosas, sobreviviendo, viviendo sus problemas, teniendo sus conflictos, sus esperanzas. Todo lo que tiene una sociedad, y dentro de eso, tienen una expresión artística, su arte. No son artesanías, es arte. Es su manera de manifestarse, y eso nosotros no lo abordamos. Siempre lo abordamos como objeto de curiosidad, con una actitud a veces exotizante o como, por ejemplo, en las ferias de artesanía, donde se les pone así como -que bueno, que bonito lo que hacen y no sé qué-. Pero no como parte de una sociedad que está viva.
-Para la conformación de nuestra identidad, ¿cuál es la mayor pérdida al olvidarnos de nuestros pueblos originarios?
-Mira yo acabo de estar en el Cuzco, en un encuentro maravilloso de tejedoras y tejedores de América, donde había gente desde navajo hasta los pehuenches. Bueno, fundamentalmente las estrellas del encuentro eran los grupos étnicos de Perú y Bolivia. Yo me doy cuenta de que una sociedad que se reconoce como multidiversa  o reconoce esa posibilidad, es una sociedad que se crea en la tolerancia, en el reconocimiento. Es reconocer distintas identidades, distintas maneras de entender y de explicarse el mundo. Eso es lo que nosotros hemos perdido fundamentalmente creo yo. La tolerancia a decir – bueno, tú piensas distinto que yo pero yo te respeto. Te respeto y tienes un espacio igual que el mío, e incluso a veces mayor que el mío- porque tampoco se trata de vivir en un Estado de equilibrio perfecto, hay matices, etc. Pero la verdad es que nosotros siempre estamos mirando para todos lados menos a lo que tenemos acá, y si miramos a lo que tenemos acá lo hacemos con una mirada así como anecdótica o exótica. Yo nunca me voy a olvidar en un documental muy interesante que hizo Dauno Tótoro que se llama El despojo, que muestra un poco la problemática mapuche, todo esto de las tierras, etc., y nunca me voy a olvidar de la primera vez que lo vi, lo que me impactó una persona que salía ahí, dirigente de los empresarios, que decía que para qué les enseñaban mapudungun a los niños, que eso nunca les iba a servir, que lo que tenían que enseñarles era inglés, porque eso les iba a servir. Entonces, yo me quedé pensando…que este señor no entiende nada de lo que es una lengua, lo que es un habla. Todo el conocimiento que implica una lengua. Como que fueran palabras sueltas, cuando todo eso tiene que ver con la forma de pensar, con la forma de entender el mundo, con la forma de explicarse el mundo. Y claro que les puede servir a los niños aprender inglés, lógico, para que estén conectados con el mundo. Pero tienen que tener la posibilidad también de estudiar su lengua, porque así están estudiando y manteniendo su cultura. Y no una cultura como decía, de museo. Entonces, si yo no soy capaz de entender eso, no tengo ninguna tolerancia.
-Tratando quizás, de buscar alguna esperanza con respecto a esto, ¿usted cree que aún existan alternativas o caminos que realmente logre asimilar y aceptar la cultura de los pueblos indígenas de parte de nuestra sociedad?
-Sí, yo, como sobreviviente de la dictadura, porque viví toda mi juventud y parte de mi vida adulta bajo la dictadura, soy una optimista empedernida. Ahora que vuelvo del Cuzco, de este encuentro maravilloso, al ver a todos esos tejedores y tejedoras, orgullosos de lo que hacen, exigiendo comercio justo, manteniendo sus tradiciones, pero no así en la onda de ‘nosotros, que estamos con la Pachamama’ sino que ‘nosotros somos los pueblos originarios de América y estas son nuestras expresiones, y nosotros queremos mantenerlas y queremos mantener nuestra lengua, nuestra cultura y queremos un comercio justo’, etc. O sea, en ese sentido soy una optimista empedernida, yo creo que sí. Pero creo que cualquier solución no va a ser fácil, no va a ser corta y sobre todo, está inserta en mi modo de pensar personal, humildemente, en un cambio de sistema. Porque este sistema neoliberal que borra, por ejemplo, el concepto de comunidad que uno veía en toda esta gente. La idea de la comunidad, de cómo se comparte. Pero no en esa onda de ‘todos hermanos, todos amigos’. No, en el sentido de una sociedad articulada en base a la comunidad, con tus derechos individuales pero también, con tus derechos insertos en la comunidad. Yo creo que ese cambio, o esa posibilidad, ese reconocimiento, esa visibilidad en términos de la exclusión de los pueblos originarios, pasa por un cambio de toda nuestra sociedad. Donde nosotros recuperemos este sentido de comunidad que alguna vez tuvimos como sociedad chilena. Recuperemos la tolerancia, recuperemos el respecto, recuperemos la idea de reconocer un pasado multifacético, no solamente un pasado con un pequeño ojo en la historia, como escindido de todas las cosas.




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